Siempre dicen que para todo hay una primera vez. Hoy es martes y 13, y la gente, por lo general, siempre que empiezan algo nuevo es el primer día de la semana o del mes, pero yo lo hago cuando me apetece. Martes y 13. Yo nunca he sido demasiado supersticiosa con estas cosas, tipo el día de la mala suerte, el gato negro, un espejo roto o pasar por debajo de una escalera, ya que para mí, parece ser, que todos los días tengo mala suerte de por sí, así que tampoco vamos a dar mérito a un par de supersticiones.
He decidido escribir hoy y ahora porque llevo 20 minutos dando vueltas en la cama pensando en mil millones de cosas distintas, y he creído que sería bueno para mí empezar a escribir cada día un poco, sobre un tema, para poder desahogarme y sacarlo fuera, ya que creo que sí no es así me lo voy a tragar todo hasta que un día estalle. Creo que guardarse las cosas para dentro durante demasiado tiempo te acaba jugando una mala pasada, porque guardas cosas en el subconsciente sin darte cuenta, y cada vez vas acumulando más,y al final, cuando estallas es perjudicial para ti y para los demás, porque ni tú misma sabes explicar todas esas sensaciones que te desgarran por dentro, como para saber explicárselo a tu gente cercana.
El tema de hoy es el bullying. Es un tema a la orden del día, y me parece importante hablar de ello, porque es una de las cosas que más me marcaron durante mi infancia y parte de la adolescencia. Desde pequeña me costaba un poco acercarme a la gente, era vergonzosa y tímida y se me daba un poco mal el tema de hacer amigos. Además, la gente con la que me juntaba tampoco era la mejor compañía. Después de pasar los dos últimos años de primaria como si viviera en un infierno (me cambiaron de clase y nunca llegué a encajar con mis nuevos compañeros), llegó la peor época de un adolescente con las hormonas disparadas: el instituto. Si primaria ya fue horrible para mí, los primeros años de instituto fueron una auténtica tortura. En primero me seguían haciendo bullying, ya que muchos de mis compañeros venían del mismo colegio que yo y me conocían, así que me hacían daño con cosas como hacerme creer que le gustaba a un chico pero luego era mentira, y me humillaban. Otras veces, me decían de quedar para pedirme perdón, haciéndome creer que se arrepentían para después darme plantón y dejarme sola y desamparada, volviendo a casa con ganas de que me tragara la tierra.
Es cierto que a los niños de primero de la Eso se les sigue considerando unos críos, pero la combinación de la edad del pavo y que entrar en el instituto les hace creerse los reyes del mambo no es una buena idea. Lo peor de todo es que coincidió con el revuelo de Tuenti, un fenómeno nacional. No eras nadie si no tenías una cuenta donde publicar estados para que todo el mundo supiera que estabas triste, o subir mil fotos iguales, pero en diferentes poses. Además, no eras guay si no escribías sin vocales, o no tenías un apodo molón que te ponías de apellido. Y así nos iba, publicando fotos horrorosas de nuestras caras en primer plano con frases realmente poco inspiradoras sacadas de Desmotivaciones. Por supuesto, cuantos más amigos tuvieras, más popular eras, y sobre todo lo que más contaba eran las visitas que recibías en tu perfil.
Así que estos adolescentes, cegados por sus hormonas revolucionarias y cargados del poder que les daba esta nueva red social, encontraron una nueva forma de excluir a gente como yo. A veces nos dejaban fuera de quedadas a las que sólo podían ir los etiquetados porque en las fotos que subían de la pradera de Windows se solía escribir con Photoshop y en letras enromes y con la fuente más rara que hubiera: "acoplados no" o en su defecto "acoplados preguntad" (porque claro, no fuera a ser que se presentara gente no deseada o fuera del rango social en el mismo parque). Entonces eran los reyes de ese pequeño grupo hormonado decidía si eras lo suficiente bueno para unirte al grupo: si estabas etiquetado... ¡enhorabuena! eres lo suficientemente popular como para presumir de poder ir; si no estabas etiquetado, tu situación se sometía a debate, y los líderes del grupo votaban si eras apto para incluirte en el grupo (aunque no creas que eso significaba que eras uno de ellos...). Por otro lado, si te odiaban o no eras bienvenido... ¡prepárate! porque también era muy satisfactorio para estos pequeños preadolescentes demoníacos subir una foto tuya en la que salieras con tu peor cara y escribir un título realmente despectivo donde todo el mundo que les siguiera el rollo te ponía a parir en los comentarios. Y ojo con hacer algo que hiciera enfadar a estos diablos, serías exiliado para siempre y todo el mundo te borraría de su cuenta, te harían el vacío por todo el instituto y te humillarían en cada oportunidad.
Por desgracia, con la estúpida idea de ser popular y caer bien a todo el mundo, a veces se te iba la pinza y acababas dejando a tus amigos, a los que de verdad te valoraban (si tenías la suerte de tener alguno), a un lado para intentar abrirte camino dentro del grupo "guay", y al final acababas más solo que la una. Yo al final conseguí superarlo, porque tenía la suerte de que mi familia era socia de unas instalaciones con piscinas y actividades donde había mucho crío, y ahí si que pude hacer amigos que no me despreciaban.
Haciendo un resumen de segundo de la Eso: en segundo mi mejor amiga y yo nos distanciamos, empecé a bajar en mis notas porque como en primero no tenía amigos me dedicaba a estudiar. Mi mejor amiga (era la única persona a la que podía llamar amiga desde primaria) y yo nos distanciamos hasta el punto de dejar de hablarnos. Además hubo terceras personas que nos estropearon la relación, y hasta pasado mucho tiempo no conseguimos retomar la relación, pero nunca volvió a ser lo mismo. Y para actualizar el contexto social, sí, se seguía usando Tuenti.
Así que después de dos cursos en los que me hicieron la vida imposible, por fin llegué a tercer curso. Yo, que había sido una incomprendida, que me criticaban por mi aspecto porque a lo mejor no vestía bien, o no iba a la moda, o llevaba gafas, pues llegó por fin mi cambio: me arreglé y corté el pelo, me puse lentillas y me compré ropa nueva. Ojo, cómo cambiaron las tornas, y cómo se empezó a notar que a la sociedad le tiran más las apariencias que lo que lleves dentro. Eso es algo que aprendí a palazos con 13 años. Mi nueva apariencia (que en realidad seguía siendo la misma pero sin gafas) y esta nueva aceptación completa por la sociedad, que para mi hasta entonces había sido desconocida me hicieron sentir mejor, y comencé a tener una actitud más positiva y una actitud más positiva. Tanto, que acabé haciendo un nuevo grupo de amigos. Además aparecieron los chicos, que empezaban a fijarse en mí (esta vez era en serio, aunque me seguía costando abrirme a los chicos por la mala experiencia que tuve en primero). Todo esto fue tan nuevo para mi y disfrutaba tanto con mi nueva perspectiva de la vida, que mi yo de 15 años se pasó por el forro el año académico y acabé repitiendo curso. Pero no me importó, y a día de hoy sigo pensando que fue lo mejor que me pasó, y sobre todo, que mereció la pena.
Como todo, esto también tiene su lado bueno. Ese año que repetí me di cuenta de que mi felicidad y mi grupo no iba a durar tanto como yo había planeado, porque al estar en años diferentes y tener asignaturas distintas, apenas había temas de conversación con mis amigos, y muchas veces se olvidaban de invitarme a las quedadas porque lo hablaban en clase y yo no estaba. Pero eso me sirvió para darme cuenta de que solo era un grupo pasajero y tuve la suerte de mantener el contacto con dos o tres personas con las que a día de hoy puedo seguir quedando para tomar una caña (y han pasado cinco años). Poco a poco empecé a llevarme mejor con las personas de mi nueva clase, todo gracias a que había dos chicas que habían repetido ese año conmigo, que no eran de mi grupo, pero por lo menos las conocía. Poco a poco empecé a integrarme y me di cuenta de que esas personas a las que sacaba un año eran muchísimo más sinceras, amables y agradecidas que las de mi año. No te hacían el vacío, no tenían tantos prejuicios, y te hacían sentir que encajabas. Así que gracias a esto me di cuenta de que mi generación estaba llena de gente toxica, que lo único que quería era poder y popularidad a costa de hundir a los demás. Hipocresía y apariencias en estado puro, amigos. Pero ese capítulo de mi vida había acabado y finalmente estaba rodeada de gente que te hacía la vida más fácil, y te ayudaba a integrarte sin juzgarte ni excluirte. Actualización de contexto social: Tuenti fue desapareciendo poco a poco y Whatsapp lo sustituyó.
Puedo decir que ese fue justo el momento en el que me di cuenta de que ya no existía bullying, ya nadie se reía de mí, ni me criticaban, ni me daban la espalda. Por fin podía ser yo misma, sin vergüenza ni miedo a no ser aceptada por mi personalidad. A partir de ahí no puedo decir que mi vida fue completamente plena y feliz. Por supuesto que tuve muchos altibajos en mi vida, pero por lo menos conseguí ser yo misma.
Llegué a bachillerato y ahí ya era todo mucho más libre. Mis círculos de amigos se fueron abriendo, porque toda esa gente del verano, tenían cada uno sus propios amigos que me fueron presentando. Dos de esas personas que conocí en verano, N y E, acabaron siendo mis dos mejores amigas, nos pasábamos tanto tiempo juntas que cogimos una confianza increíble, acabamos siendo inseparables y quedando todos los días y para todo. También cogí muchísima confianza con una tercera persona, llamada S. Por suerte, a día de hoy, puedo seguir considerándola una de mis mejores amigas (y han pasado 7 años).
Por desgracia, no todo es para siempre, y estas dos amigas me fallaron, sin darme explicaciones, se metió una cuarta persona que me acabó separando de ellas y poniéndoles en mi contra. Es muy triste que siga habiendo personas tóxicas, pero ahí están. Me costó tanto superar esa pérdida... Me apoyé sobre todo en un amigo que hice cuando repetí: M. M era luz en mis días de oscuridad. Él me apoyaba, me escuchaba, era mi hombro donde llorar y quien me abrazaba cuando lo necesitaba. Poco a poco, M fue sustituyendo al que siempre había llamado "mejor amigo": un tío que iba a mi instituto que me sacaba dos años. Al principio de nuestra relación lo único que quería era enrollarse conmigo, y cuando le dejé claro que no iba a pasar nada se echó novia y se piró a estudiar a otra ciudad. A raíz de esto empezó a distanciarse de mí cada vez más hasta que después de cansarme mucho y discutir tanto con él, le mandé a la mierda. Lo único bueno que me trajo este tío fue presentarme al que ahora es uno de los pilares fundamentales de mi vida, mi querido G.
Como todo, algunas amistades son efímeras, y muy a mi pesar, M, mi mejor amigo, en quien deposité toda mi confianza, también se alejó y me falló. O le fallé yo a él. O mutuamente. Probablemente los dos hiciéramos cosas mal. Quizá se nos juntó que cada uno tiramos para un lado en cuestiones académicas, era mas difícil compaginar. Además, él no se sentía a gusto con mi grupo de amigos actual y no le gustaba venir conmigo, y quizá yo cada vez me alejaba más del suyo. Así que, por unas o por otras, a día de hoy aún no hemos conseguido retomar la confianza y la relación de entonces, aunque a veces seguimos en contacto.
Pero bueno, lo que saco en claro de este resumen de mi vida, en cuanto a vida social y a grupo de amigos, ahora mismo me encuentro muy feliz y muy contenta con mi posición. Mis amigos me valoran y cuentan conmigo. Por otro lado, tengo un nuevo grupo de amigos en la Universidad con los que también me siento como en casa. Y por último, un novio que me me conoce, que sabe mi pasado, que me valora y sobre todo, me quiere tal y como soy... ya hablaré de él.
Me he quedado muy a gusto contando esto, y sacándolo de dentro, porque aunque he hablado con distintas personas sobre este tema nunca le he dado demasiada importancia hasta ahora, y nunca lo había explicado todo con tanto detalles. Todos los días, muchos niños sufren los mismos episodios traumáticos que me tocaron a mí, así que todo mi ánimo y mi corazón para ellos.
Si alguien me lee y esta pasando por una situación similar, que sepa que hay vida después, y aunque pienses que no vas a salir de esta, pide ayuda, siempre viene bien. Yo no la pedí, intente salir yo sola y lo conseguí, pero cuesta el doble y se te hace cuesta arriba.
Gracias 💙